Entrena la alegría

Todos nos vemos obligados, probablemente muchas veces, a empezar una nueva vida. Un diagnóstico que nos aterra, un matrimonio, un traslado, la pérdida de un trabajo, de un miembro o de un ser querido, una graduación, el nacimiento de un hijo: de entrada es imposible imaginar cómo será posible todo ésto. Finalmente, lo que hace avanzar todas las cosas es el flujo y el reflujo subterráneo de estar vivos entre seres vivos.
En mis peores momentos, he salido del oscuro mundo de la desesperación obligándome a mirar firmemente, durante un largo rato, una sola cosa que me pareciese magnífica: el rojo encendido del geranio tras la ventana de mi dormitorio. Y después otra: mi hija con su vestido amarillo. Y otra: la silueta perfecta de la esfera completa y oscura que se dibuja tras la luna creciente. Hasta aprender a enamorarme de nuevo de mi vida. Como víctima de una embolia que entrena nuevas partes de su cerebro para recuperar habilidades perdidas, yo me he enseñado a mí misma la alegría una y otra vez.

Marea alta en Tucson
Bárbara Kingsolver

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