Hiperempatía y felicidad


La hiperempatía, a bote pronto, puede parecer algo bueno, casi un superpoder: si la empatía es un rasgo deseable, serlo a tope tiene que ser mejor ¿no? Pues no. Como muchas cosas en la vida, lo mejor es estar en el punto medio.

¿Qué es la hiperempatía?

Si existe la falta absoluta de empatía, como en el caso de la psicopatía, el espectro tendrá que tener el otro extremo, el exceso. Es cierto que sólo últimamente ha sido investigada, ya que no se consideraba un trastorno como tal, pero el caso de una paciente que tras ser  operada para paliar los ataques epilépticos que sufría, experimentó "una nueva excitación emocional espectacular" volvieron los focos de la comunidad científica ante una realidad: se convirtió en hiperempática.
Los médicos que la operaron quedaron fascinados ya que, aún sin saber muy bien cómo, habían descubierto que la empatía tenía un lugar en el cerebro. 
¿Fue esta paciente más feliz?
En realidad no. Y es que decía sentir las emociones de su alrededor (incluso aunque fuesen personajes televisivos o literarios) hasta el punto de encontrarse mal físicamente.  Era capaz de percibir la mínima variación en los estados emocionales del resto, porque eso es la hiperempatía:
una forma de empatía extrema, en la que no distingues tus propias emociones de las ajenas, con lo que relegas tus necesidades para atender al mundo. El desgaste es tremendo ya que percibes cualquier pequeña emoción, sientes que nadie te comprende, tienes altas expectativas hacia la gente, sobreproteges... No has sido capaz de crear una frontera entre tú y el mundo, por lo que es muy fácil dañarte una y otra vez.

Hiperempatía y felicidad

No sé si he sido capaz de expresar hasta qué punto puede ser limitante este trastorno. Imagino que en el caso de que lo sufras sabrás el malestar que genera, incluso el malestar que causa en las personas que te rodean. Siempre se pueden aprender estrategias para, sin dejar de ser lo que eres, manejarlo con más utilidad. 

  1. Compréndelo. Lee sobre el tema, ve documentales, acude a una especialista... Entender lo que nos pasa siempre ayuda a gestionarlo. 
  2. Acéptalo y comprométete. Soy así, me gusta ser así, pero no puedo dejar que lo que ocurre a mi alrededor me amargue la existencia. Comprométete a aprender a reconocer qué es tuyo y qué es del resto. Y ten en cuenta una cosa: aunque queramos ayudar a toda costa, muchas veces somos menos eficaces si nos implicamos demasiado.
  3. Primero tú. Imagina que alguien te pide un millón de euros. Tu madre. O tu mejor amiga. Es para algo muy importante, te dicen. Casi vital. Por favor. Imagina que se pone muy pesada, que te lo exige... Pero no puedes, ¿verdad? Por mucho que quieras, que desearas con todas tus fuerzas darle el dinero, es imposible, no lo tienes. ¿Por qué con nuestro tiempo, o con nuestra salud psicológica, no actuamos del mismo modo? Una persona que se cuida, que se considera y que es feliz siempre puede ser de más ayuda.
  4. Focalízate en las emociones positivas. Si algo tiene de bueno esta característica de la personalidad, es la capacidad de sentirlo mucho todo. Siente entonces las cosas buenas. Gente buena haciendo cosas buenas hay un montón. Empápate de ellas.
  5. Descansa. Aléjate de forma periódica del resto de la humanidad. No sólo en sentido físico, también virtual. Es absolutamente necesario para recargar pilas.
  6. Exprésate. Sé un canal, no una vasija de emociones. Pinta, canta, escribe, baila... Lo que se te ocurra con tal de que salgan de ti. 

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