La novedad en la rutina


La vida, aunque vivas en Hawai, termina por ser rutinaria. Por norma general, nos levantamos a la misma hora, vamos al trabajo y tenemos un ocio (si tenemos la suerte de tenerlo) que es siempre igual. Llega un momento que hacemos de nuestros días una copia exacta del anterior, no porque queramos (o al menos no la mayoría) sino por costumbre. Piensa sólo un minuto... ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo nuevo?

Hacer cosas nuevas nos hace más felices

Durante la juventud hacer cosas nuevas es relativamente común sobre todo porque estamos disponibles . Quizá es cierto que tenemos algo más de tiempo libre, pero no es el motivo principal, lo que ocurre es que aún estamos buscando "lo que nos gusta". Y... una vez lo hemos encontrado ¡se acabó! Vas a los mismos bares, lees los mismos autores, te juntas con las mismas personas. Y no es que estas conductas sean perjudiciales ni mucho menos, si eres feliz así, genial y a otra cosa,  el problema es que por norma general la rutina termina por aburrirnos, cansarnos y, en el peor de los casos, deprimiéndonos. Siendo así, es curioso comprobar cómo preferimos quedarnos con nuestros hábitos aun sin que éstos nos hagan sentir demasiado bien...

Aprender cosas nuevas, tener relaciones con gente diferente, viajar a lugares desconocidos, pueden, en un principio, generarnos cierta "desazón". Miedo, vaya. Aunque no nos lo admitamos. Para ello nos llenamos de excusas y nos decimos que no tenemos tiempo, o dinero o que realmente no nos gusta tanto la danza... Todo para no salir de la zona de confort (se está tan bien en la zona de confort...). Aún así, si al final decidimos asomar la nariz, los beneficios son incuestionables:

- Aprendemos más y mejor. Ante un estímulo novedoso, nuestro cerebro forma recuerdos más potentes. Una especie de gimnasia cerebral.



- Fomentamos la plasticidad neuronal. En contra de lo que se creía hasta hace muy poco, el cerebro tiene la capacidad de cambiar a lo largo de todo el ciclo vital. Introducir "elementos sorpresa" aumenta esta neurogénesis.

- Nuestra visión del mundo se expande y por lo tanto somos más flexibles y tolerantes.

- Aunque al principio cueste un poco, sólo un primer paso va a provocar que cada vez nos cueste menos y menos enfrentarnos a cosas desconocidas.

- Aumenta la sensación de flow y por lo tanto, de bienestar subjetivo.

- Volver a sentir la emoción de la primera vez... Ese pellizco que parece que te abandona a cierta edad reaparece cuando comenzamos a hacer cosas nuevas.

- Tienes un conocimiento más profundo de ti misma. Probar nuevas actividades hará que descubras pasiones que no sabías que tenías o que abandones sueños que siempre pensaste que era lo tuyo.

Es fácil hacer cosas nuevas, y no estoy hablando de hacer paracaidismo o viajar a Bali (que si quieres, también) es regalarte la oportunidad de probar con un deporte que nunca habías hecho o tomarte un café con la vecina a la que siempre das largas... Nunca se sabe donde podrás encontrar la felicidad.





El ser humano es tonto: el estrés


Si entendemos la inteligencia como la capacidad de adaptación, el ser humano es tirando a tonto.

El cerebro, las estructuras de aprendizaje, la motivación, el pensamiento... eran adecuados cuando vivíamos en el paleolítico, pero la sociedad se ha desarrollado a una velocidad vertiginosa que nuestro sistema nervioso no ha podido alcanzar.

El estrés no sirve

Fisiológicamente hablando, el estrés es la activación del sistema simpático producida por el hipotálamo y la amígdala (estructuras cerebrales que se ponen en funcionamiento ante el miedo, básicamente). Éstas mandan una señal de peligro y activa el simpático que reacciona a nivel orgánico de múltiples formas: acelera el corazón, se produce sudoración, dilata las pupilas, aumenta la necesidad de oxígeno... Todas estas acciones corporales tenían sentido cuando el peligro consistía en encontrarse, por ejemplo, ante un animal, ya que nos preparaba para huir o luchar.
Ahora, cuando nuestros miedos son tipo miedo a hablar en público, estas señales no sirven para nada, al contrario, sudar, tener la boca seca o temblar, te hace sentirte más expuesta a la valoración negativa por lo que puede llegar a incrementar el miedo. Y ni que decir tiene los efectos que tiene a largo plazo.

¿Y qué tiene que ver esto con la felicidad?


A lo que voy es que tenemos que entender que muchas cosas que antes eran adaptativas, ya no lo son:
ser pesimista, almacenar toda la grasa que podamos, anticipar acontecimientos... son ejemplos de actitudes que nos sirvieron para sobrevivir y que, en cambio, no son demasiado útiles en la sociedad actual. Por lo tanto, partiendo de la base que estamos "programadas" para actuar y/o pensar de determinadas formas, lo importante es re-aprender a hacerlo de otra manera, que realmente nos sirva para el momento en el que vivimos. Se puede cambiar la forma en la que nos enfrentamos a la realidad, eso sí, con mucho trabajo y cambios de costumbres, saliendo de nuestra zona de confort, aunque nuestro cerebro no quiera, pero bueno, ya sabemos que no es muy listo.

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Blue Monday ¿el día más triste?

Al día de hoy le han colgado el sambenito de ser el más triste del año. Cierto es que el que sea lunes, que haga frío y que el subidón de las Navidades nos parezca ya remoto no ayuda pero ¿qué tiene todo esto de real?

Blue Monday

En 2005 una agencia de viajes lanzó al mundo este nuevo concepto como parte de una campaña publicitaria. Decían haberlo calculado científicamente a través de una complicada fórmula que incluía factores como la deuda, el clima o que nos haya dado tiempo a abandonar los propósitos de año nuevo. El resultado era el tercer lunes de enero, donde, supuestamente, confluyen con mayor fuerza todas estas variables. ¿Qué podíamos hacer, entonces, entre tanta tristeza? Comenzar a motivarnos planeando nuestras próximas vacaciones... (la casualidad).



No hay datos significativos que apunten la existencia de más consultas médicas ese día o mayor absentismo laboral. No hay ni una sola evidencia científica que apoye la hipótesis del Blue Monday, básicamente porque una fecha no puede determinar por sí misma un estado de ánimo. Así que si hoy estás más triste de lo habitual obsérvate también mañana... por si las moscas.