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¿Realmente quieres ser feliz?


"Antes de curar a alguien
 pregúntele si está dispuesto a renunciar 
a las cosas que le enfermaron"

Hipócrates


¿Quieres ser feliz?

No os podéis imaginar la gente que conozco que quiere ser feliz y qué poca gente está dispuesta a trabajar para conseguirlo. Es como pretender estar en forma sin hacer ejercicio. ¿Cuesta trabajo? Sí. ¿Siempre tienes ganas? No. ¿Es más fácil para la gente que tiene una genética propicia? También, pero de nada sirve quejarse amargamente en lo fácil que es para ese tipo de personas (ok, puedes odiarlas un poquito para tus adentros) y el esfuerzo que supone para ti. 
La pregunta es:
¿Estás dispuesta a  ser feliz?


Por qué (a veces) elegimos no ser felices


- No estamos dispuestas a abandonar la zona de confort. Parece una contradicción, pero nuestro

cerebro prefiere lo que conocemos a lo que no, ya que lanzarse a lo incierto genera un estrés que muchas veces no está dispuesto a soportar. De ahí que decidamos mantener conductas claramente perjudiciales, porque, aunque parezca que no, nos son cómodas de alguna manera.

- No queremos trabajar en ello. Para ser feliz según que casos hay que esforzarse. En primer lugar hay que aprender y después mantener la atención sostenida para no caer en lo que nos llevó a la infelicidad tiempo atrás. Cansa. Lo sé. Es disciplina pura y a veces preferimos la infelicidad. Como ya dijo Séneca: "La tristeza, aunque siempre esté justificada, muchas veces sólo es pereza. Nada necesita menos esfuerzo que estar triste."

- Ser infeliz conlleva ciertos refuerzos secundarios. Vale, esto ya es para nota. A veces en la vida conseguimos cosas cuando estamos tristes (ya sea atención, cuidados o sushi) No es manipulación, es algo que hacemos sin querer porque nos han enseñado que es una buena forma de conseguir lo que te propones. Es muy difícil ser sincera con una y ser consciente de qué beneficio estamos sacando a un hecho que nos provoca tanto malestar, pero, reconocértelo es un paso importantísimo para poder trabajar en ello. Reflexiona acerca de qué sacas cuando estás triste e piensa formas alternativas de conseguirlo.



Para reflexionar:

Sé que es complicado pero intenta tomarte 5 minutos para responder(te) estas preguntas de forma honesta. Sería genial si tuvieses un papel y un boli a mano.

- ¿Por qué quiero ser feliz?

- ¿Qué estoy dispuesta a cambiar para conseguirlo?

- ¿Me compensa?

Es un buen punto de partida para saber si realmente quieres o no empezar este camino.


Rafael Santandreu es uno de los expertos más importantes sobre Psicología Positiva. Este libro divulgativo explica de forma sencilla cómo podemos ser más felices cambiando la forma de ver el mundo.

¿Por qué se es más feliz en la infancia?


Estábamos el otro día en una terraza tomándonos  intentando tomarnos algo mientras mi sobrino (4 años) y mi sobrina (3) hacían la misma broma una y otra vez y se reían como si estuviesen poseídos. Iban, venían, llamaban tu atención y se partían de risa. Las adultas, en cambio, manteníamos una conversación relativamente seria cuando el caos lo permitía. En ese momento recordé la estadística:
- Una persona adulta se ríe de media 20 veces al día. Durante la infancia 400. 
Y sé que pensaréis que tiene que ver con el nivel de preocupaciones, que también, pero hay otros factores que hacen que las criaturas sean más felices, y que, por supuesto con matices, podemos extrapolar a la vida adulta.



¿Por qué son más felices?


Viven el presente. El pasado prácticamente no existe y, aunque son capaces de hacer planes, están más tiempo en el presente. El posterior desarrollo del lenguaje interno hace que en la adultez siempre estemos o rememorando o anticipando, sin apreciar el momento. La Psicología Positiva considera uno de estos puntos claves en las personas felices. Estar racional y emocionalmente disfrutando del ahora aumentan los niveles de satisfacción. El flow... que no significa hacer lo que quieres sin pensar en las consecuencias, es más bien estar realmente donde estás, sea cual sea la actividad.
Tienen tiempo libre y lo disfrutan. El tiempo libre... ese preciado tesoro entre trabajos, atascos, familia y gimnasio... Como personas adultas la meta es, en primer lugar, tenerlo, pero más importante aún: ser capaces de disfrutarlo. La pérdida de tiempo parece ser un delito no tipificado en nuestra sociedad actual, lo que en muchas ocasiones hace que sintamos como "desperdiciado" el tiempo que invertimos en el ocio. Aprender a disfrutar de algo que no sirva para nada es una de las cosas que tenemos que hacer con urgencia.

Se quieren, quieren lo que tienen y sienten satisfacción.  Llegan a la piscina y sin pensarlo se quedan en bañador. No se preocupan de las miradas porque realmente saben que son geniales así tal y como son. Su casa, su familia, sus juguetes son los mejores quizá porque no han empezado a comparar (algo que ocurrirá un poco más adelante) 
El siguiente vídeo explica mucho mejor de lo que yo lo estoy haciendo esta idea.



Respetan sus ritmos. Si tienen sueño duermen, si tienen hambre comen, (siempre que quien esté al cargo no tenga reglas muy estrictas) si quieren cantar, cantan, aunque sea la hora de la siesta. Se permiten estar de mal humor o tener una rabieta. Respetar lo que el cuerpo te pide (entended siempre que dentro de la lógica y sin que llegue a dañarnos) más que supeditarlo a las convenciones sociales  es una herramienta fantástica para estar en paz.

Viven con curiosidad. Aprenden, preguntan, les fascina el mundo que les rodea. Aprender cosas nuevas es uno de los neuroprotectores más eficaces ya que generas de forma activa nuevas conexiones sinápticas.  Pones el motor en marcha, por así decirlo. A su vez, incrementa el sentimiento de capacidad y por lo tanto, la autoestima

Hacen. La actividad continuada es, quizá, el aspecto más característico de una criatura. Se ha demostrado que la actividad física motiva la producción de las hormonas responsables de la felicidad. Por otro lado, cuando hablo de "hacer" también me refiero a actuar sin darle tantas vueltas a toooodo. Recrearse de forma obsesiva en las posibilidades, el momento perfecto, las consecuencias y soluciones nos alejan muchas veces de la acción. 
Hacer, en lugar de pensar hacer. Me quedo con eso.






Soy responsable


Me responsabilizo de mis palabras y mis intenciones al decirlas, no de lo que tú quieras entender.

Me responsabilizo de mis acciones acertadas y de mis errores. Y del derecho a subsanarlos si lo considero oportuno.

Soy la responsable de mis emociones y no culpo al mundo de las mismas. De la misma forma, devuelvo a la gente que me rodea el control sobre las suyas. No dependen de mí y por lo tanto me libero de la culpa.

Me responsabilizo de las cosas que hago por las demás. No espero lo mismo, no es un quid pro quo. Así me siento más libre para decir que no. También para entender cuando me dicen que no.

Elijo la gente que quiero tener cerca y sólo yo soy responsable si me dañan y no me alejo. Elijo quererme y cuidarme, sólo así las personas de mi alrededor lo harán.

Soy la única responsable de mis ideas y mis propias expectativas. Lo que el resto espera de mí es suyo, no mío, y por lo tanto se lo devuelvo.

Me responsabilizo de mi propio futuro, del trabajo que hago para conseguir lo que quiero. No voy a dejar en otras manos las decisiones que tomo. No quiero que sean los otros los culpables de mis fracasos, porque también lo serían de mis logros. Me responsabilizo de mi propia felicidad. Y de seguir buscándola.





La importancia del dolor


Este es un artículo que escribió Rosa Montero para el periódico "El País"

Espero que os sea útil.

La importancia del dolor


Hace poco coincidí en Soria con un grupo de científicos, todos gente estupenda y con esa capacidad metafórica y poética que encierra dentro de sí la buena ciencia. Uno de ellos, el biólogo Carlos Belmonte, me habló de una terrible enfermedad cuya existencia yo ignoraba y que consiste en la imposibilidad de sentir dolor .Hay niños que por un problema neurológico, nacen genéticamente insensibles al dolor físico. Todos mueren muy jóvenes, y no porque la enfermedad sea degenerativa o letal en sí misma, sino porque esa insensibilidad les coloca en un riesgo perpetuo. Son niños que se apoyan en radiadores hirvientes y se abrasan de ese modo sin darse cuenta; que padecen múltiples infecciones porque no advierten (ni curan) las heridas que se hacen. Y que sufren constantes necrosis, porque al sentarse o tumbarse no notan que en esa postura están interrumpiendo de manera fatal la circulación de un brazo o una pierna. Al no experimentar dolor los niños se maltratan a sí mismos hasta la muerte. Todos sabíamos que se podía morir de dolor, físico o psíquico, porque hay daños que son más grandes que nosotros mismos, y que acaban con nuestras ganas de vivir. Pero morir por la falta de dolor resulta de primeras algo chocante. Sobre todo en nuestra sociedad occidental, que ha hecho de la huida del sufrimiento una bandera. En épocas pasadas el dolor formaba parta sustancial de la existencia: era una poderosa manifestación del designio de los dioses. Fue hace muy poco, apenas un par de siglos, cuando empezamos a pensar que quizá sufrir tanto no fuera obligatorio, ni moral, ni necesario. En 1847 se descubrieron las propiedades anestésicas del éter, un avance científico que revolucionó el mundo de la cirugía (antes se abrían barrigas y se amputaban piernas en vivo), pero que aún así fue recibido con notable polémica: los simples consuelos de la anestesia, esto es, ahorrarle al paciente una tortura indescriptible, eran considerados por algunos un atrevimiento pecaminoso, una rebelión contra la voluntad divina.
Andrew Salgado
Después empezaron a morirse los dioses y el sufrimiento extremo empezó a ser visto como lo que es, un daño ciego y absurdo, y los humanos nos lanzamos a buscar antídotos, curas, aturdimientos. Aún así, en la reticencia que muchos médicos muestran todavía hoy a la hora de dar calmantes a los enfermos terminales o crónicos asoma la oreja ese prejuicio religioso ancestral, el viejo y cruel mito de que el dolor, todo dolor, tiene un sentido y un lugar. Y no, no es cierto. Hay sufrimientos colosales que son tan espantosos como inútiles. Aprovechemos el desarrollo científico y evitemos el dolor físico siempre que sea posible.
Pero al compás de esta búsqueda de remedios contra el daño del cuerpo nuestra sociedad ha ido también desarrollando una ansiedad neurótica por librar el ánimo de toda zozobra y hasta de la inquietud más pequeñita. La publicidad, las comedias de televisión, la literatura y el cine de consumo nos ofrece una visión del mundo sin arrugas, sin inquietud ni deterioro. Como si la vida fuese solo felicidad, compacta, continua, interminable, una eterna jarana. Cegados por el fulgor de los anuncios (y su modelo de paraíso idiota), hoy le exigimos a la existencia lo imposible: ser dichosos todos los días, todas las horas, todos los minutos; y no padecer ni el más mínimo dolor. Pero todas las vidas, hasta las más afortunadas, están llenas de sinsabores, de pérdidas, de pesares. El malestar forma una parte tan sustancial de la vida como la risa; y si no experimentas el primero, dudo que llegues de verdad a saber reírte.
Pensando en todo esto, recuerdo ahora lo que me contaron Belmonte y los demás biólogos de Soria y me maravillo una vez más de la sabiduría del cuerpo, de las profundas metáforas de la carne. Esos niños insensibles al dolor terminan muriendo porque no saben protegerse. En ciertas dosis, el dolor nos enseña, nos educa, nos informa de lo que no funciona dentro de nosotros y de lo que  hay que cuidar. El dolor nos despierta y nos hace movernos para que nuestras piernas no se pudran (ni nuestras ideas, ni nuestros sentimientos), porque hay quietudes fatales que conducen a la necrosis (y a las distintas variedades de muerte). Sí, siempre que se pueda hay que evitar el daño, que es el dolor desordenado, el que carece de un lugar en nuestra cabeza, el dolor inútil y perverso, tanto de la carne como del corazón. Pero también hay que vivir sabiendo que el sufrimiento existe y que nos completa y nos corresponde.
El niño que padece esa sensibilidad genética es una criatura incapaz de cumplir la función fundamental de todo ser vivo, que consiste justamente en cuidar de sí mismo y en procurar sobrevivir. En esto ese niño es un ser incompleto: sin dolor no está entero, no es persona. Y hasta tal punto no  es, que muere pronto. Su carencia le enferma y le aniquila; por no sentir dolor, ese niño es terriblemente desgraciado. De lo que se deduce que, paradójicamente, el dolor nos puede hacer felices. Conviene recordarlo en los ratos sombríos.

Rosa Montero

Los monos




En cierta ocasión se llevó a cabo el siguiente experimento de comportamiento:
Metieron 6 monos en una jaula. En el centro se encontraba una escalera que permitía alcanzar un racimo de plátanos que colgaba del techo. En cuanto uno de los monos intentaba alcanzar los plátanos, se les rociaba a todos con agua helada. Este proceso se repitió tantas veces como intentos por alcanzar los plátanos realizaron los monos. Al final se observó que cuando alguno de los monos intentaba alcanzar los plátanos, eran sus propios compañeros los que le impedían acercarse a la escalera a base de golpes hasta que el mono desistía de su intento.
Llegados a este punto, se saca uno de los monos de la jaula y se introduce otro que evidentemente no había participado previamente en el experimento. Al poco de entrar en la jaula, el mono intenta encaramarse a la escalera para tomar los plátanos, pero en cuanto se acerca a la escalera, sus compañeros le agreden a golpes ante la posibilidad de una ducha helada. El nuevo mono no entiende nada, pero tras varios intentos se da cuenta de que no se puede acercar a los plátanos a menos que desee ser vapuleado.
En este momento, se saca de la jaula otro de los monos que empezaron el experimento y se introduce uno que tampoco tiene ningún conocimiento del funcionamiento del mismo. Igual que en el caso anterior, el mono intenta agarrar los plátanos y cada vez que lo intenta, todos sus compañeros de jaula se abalanzan sobre él para impedírselo. La nota curiosa es que el mono que introdujimos a mitad del experimento y que no tiene la experiencia de haber sido rociado con agua helada también participa en la agresión aunque sin saber porqué. Para él, simplemente, no está permitido acercarse a la escalera.
Poco a poco se van sustituyendo todos los monos que comenzaron el experimento por otros que no han experimentado en ningún momento el hecho de haber sido rociados con agua helada.
Cuando se sustituye el último mono de la jaula, el comportamiento de los simios continúa igual, a poco que el nuevo mono intenta acercarse a la escalera es vapuleado por sus compañeros, aunque llegados a este momento, nadie sabe porqué ya que ninguno de ellos ha sido rociado con agua helada.

La falacia del mundo justo


"Al final cada cual tiene lo que se merece"

"Algo habrá hecho"

"A las personas buenas les pasan cosas buenas"

"La vida se lo devolverá"

Alguna vez, seguro, seguro, habéis oído, incluso dicho, alguna de estas frases. La falacia del mundo justo es un sesgo cognitivo que nos hace creer que lo que le ocurre a cada cual es consecuencia de la naturaleza de sus actos y no del azar. 





Un sesgo cognitivo es la forma inconsciente y generalizada de procesar la información que tenemos las personas. Un error de cálculo, por así decirlo. Todos los seres humanos contamos con sesgos cognitivos, lo que nos lleva a entender la realidad de forma distorsionada. No lo hacemos por maldad o falta de capacidad, es una cuestión involuntaria, de la que casi ni somos conscientes.


Un sesgo cognitivo, por definición, es una manera de procesar la información que nos hace analizar la realidad de forma incorrecta. Hay muchos sesgos cognitivos. Muchísimos. Por norma general, la gente pasa por la vida sin siquiera ser conscientes de los errores de procesamiento, pero, en algunos casos, los sesgos pueden ser tan potentes que lleguen a afectar a la persona. Cómo pensamos define en gran medida qué sentimos y cómo somos.

(Si quieres saber más sobre el tema aquí la página de Wikipedia al respecto)

Falacia del mundo justo

Es lógico que tengamos esta falacia. Pensar que si hacemos las cosas de forma correcta nos pasarán cosas buenas, es la manera que hemos encontrado para disipar la ansiedad ante lo que podría ocurrirnos. Si pensamos que tener un accidente, terminar viviendo en la calle o tener una grave enfermedad depende de nuestros actos, nos da una falsa seguridad que mucha gente necesita para vivir. Esto no quiere decir que haya ciertas conductas que acerquen o alejen las posibilidades. Por ejemplo, si conduzco después de haber bebido tengo más probabilidades de tener un accidente pero no por haber atropellado a un perro en 2013 voy a tenerlo. Creer que un dios, un universo o unas leyes naturales van a impartir justicia es básicamente absurdo, aunque nos consuele. La justicia es humana. Al Universo le importas un pimiento.

Amor romántico y felicidad


Podría parecer que el amor romántico es la cúspide, la meta a la que cualquiera tiene que llegar para ser, por fin, feliz. Eso desde luego nos han enseñado los libros y las películas, que acaban cuando por fin se besan, pero ¿realmente el amor da la felicidad?

El amor no es suficiente

Triángulo del amor según Sternberg
No lo es, por mucho que lo diga Lenon. El amor, esa sensación que te vuelve la vida del revés y por el que no puedes comer ni dormir, está guay, es droga dura, pero no significa que lo pueda todo. Hay mucha gente que debido a esta idea subyacente aguanta al lado de alguien con quien no tiene nada en común o quien directamente no le aporta felicidad. Sin saber por qué (la ciencia sigue haciendo investigaciones al respecto) podemos enamorarnos de personas que no nos hacen bien y, aún así, y debido a toda la morralla social que nos inoculan, aguantamos porque pensamos que mágicamente se solucionará. El amor es mucho más que torrentes de hormonas disparándose en nuestro cerebro: es compromiso, intimidad, visión de la vida, conexión, entendimiento, respeto, curiosidad, admiración... Si lo único que hay es "enamoramiento" podemos encontrarnos en una relación de pareja que nos haga verdaderamente infelices.

Entonces, ¿no están relacionados?

Las personas que viven en parejas saludables son más felices según diversos estudios, no así las que se mantienen en matrimonios disfuncionales. La clave de todo ésto está en la soledad. Una persona que se siente sola (y entendemos que los matices son enormes respecto a la idea que cada cual tiene) siempre va a ser más infeliz que alguien con buenas relaciones. Como podemos imaginar, no es la cantidad sino la calidad de las mismas que alguien tenga, lo que determinará la soledad. Es interesante destacar que personas solteras con gran arraigo en la comunidad, con amistades profundas y buenas relaciones familiares puntúan altísimo en felicidad, por lo que se deduce que lo verdaderamente importante son las conexiones y cuánta satisfacción te provoquen. Tener pareja no es una condición indispensable para ser feliz, como todo en la vida, potencia lo que tú ya eres.

Jung





Respecto a la psicología, todo lo que sé, todo cuanto me han enseñado, todos los libros que he leído, pueden ser resumidos en este frase.

No puedes con todo


La meritocracia es uno de los peores cuentos que nos contaron, sobre todo porque no nos dijeron que era mentira.

El otro día hablaba con una chica de familia bien. Me contaba la historia de cómo se había enriquecido su abuelo. - Ha sido un trabajador nato- me dijo. - Trabajó muchísimo para conseguir lo que tuvo. Lo merecía.-
Yo, sin dudar ni un momento de la realidad de sus palabras y de lo lícito de la fortuna de su abuelo, pensé en el mío: minero, ganadero, agricultor, albañil. Todo. A la vez. Salía de la mina y se iba al campo a según lo que tocara, segar, plantar, recoger aceitunas. Tenía que llevar a las ovejas a 2 kilómetros a que bebieran agua. Cargado, volvía a casa (en burra) y hacía los trabajillos que le iban saliendo. No había sábados, ni domingos, ni vacaciones.
Mi abuelo no es rico, casi ni clase media. ¿Acaso, y si sólo atendiéramos a las horas trabajadas, no lo merecería?

No lo vas a conseguir todo en la vida

Nos engañan con la falsa ilusión de que el trabajo, el estudio, el esfuerzo, tendrán su recompensa,
pero no es del todo verdad. Que se lo digan a personas que llevan opositando años, o a deportistas que entrenan hasta el límite. A veces, pierdes. O no ganas, como prefieras decirlo. El problema ante el que nos encontramos es que llegamos a creer que no ha sido suficiente, que podíamos haber hecho más. Siempre más. No contamos con los factores externos, factores que no podemos controlar y que influyen muchísimo en los resultados.
Con esto no quiero decir que pa' qué esforzarse si total... Para nada. Hay que esforzarse y trabajar en lo que deseas conseguir. Sólo digo que nadie nos enseña lo que pasa cuando perdemos, cuando no llegamos, cuando no lo conseguimos. Y lo que ocurre es que al haber interiorizado que todo depende de mí, nos culpabilizamos, nos castigamos y nuestra autoestima disminuye. Al existir la creencia general que si quieres, puedes, las personas que no alcanzamos el éxito normativo sentimos ya no sólo la frustración, también una opinión distorsionada de lo que somos o lo que hacemos. Falta de valía en general. 
Habría que enseñar a perder en las escuelas. Habría que decir que a veces, hagas lo que hagas, no vas a conseguirlo. Y da igual lo que te esfuerces. Sólo que a veces, la vida, no está de nuestra parte.

Defender la alegría




Defender la alegría como una trinchera 

defenderla del escándalo y la rutina 
de la miseria y los miserables 
de las ausencias transitorias 
y las definitivas

defender la alegría como un principio 
defenderla del pasmo y las pesadillas 
de los neutrales y de los neutrones 
de las dulces infamias 
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y de la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría ....

MARIO BENEDETTI

¿Qué ves?









Un grupo de discípulos le preguntó una vez a su maestro Zen: ¿De dónde viene el lado negativo de nuestra mente? El maestro se retiró un momento y enseguida regresó con un gigante lienzo en blanco. En medio del lienzo había un pequeño punto ...negro. 

¿Qué ven en este lienzo? preguntó el maestro. Los discípulos respondieron, un pequeño punto negro. El maestro dijo: Ese es el origen de la mente negativa. Ninguno de ustedes ve la enorme extensión que lo rodea.

Emociones






"Recibí de la naturaleza mi cuerpo y mis emociones; es absurdo que me censure por estar asustado, por sentirme inseguro, egoísta o vengativo. 
Hacerlo es como enojarme por el tamaño de mis pies. 
No soy responsable de mis sentimientos sino de lo que hago con ellos. 
No hay sentimientos destructivos, sólo hay actos destructivos. 
Mis acciones pueden volverse destructivas cuando condeno o rechazo mi sentir. Si no quiero sentir de un cierto modo ignoro el hecho de que realmente me siento así y que ese sentir es parte de mí. 
Sentir de un cierto modo es un sentimiento, el no querer sentir así es otro, y este último no es capaz de detener al primero.


Puedo modificar mi respuesta a un sentimiento, pero no puedo desembarazarme de él tal como no puedo deshacerme de mí mismo. 
Cuando niego un sentimiento, no lo destruyo, y pierdo mi capacidad de expresarlo como yo quiero. 
Al condenarlo dejo de considerarlo parte de mí y entonces parece adquirir vida propia, forzándome a responder a él de un modo rígido; pero si reconozco que 'yo' vivo el sentimiento,
 mantengo mi capacidad de actuar del modo en que elijo, y no de la manera que temo."

                             VIVIR - Hugh Prather , Virginia Gawel & Eduardo Sosa

Eres una mierda


Tú, como tú que eres, percibes el mundo girando a tu alrededor. Todo tiene que ver contigo. ¡Más que el ombligo eres el cerebro del mundo! Es un pensamiento lógico desde nuestra perspectiva limitada de la vida. De ahí que si pasas por un grupo de adolescentes y se ríen crees que es de ti, si te has emborrachado de más en una fiesta, piensas que al día siguiente todo el mundo estará hablando de eso, sin ti tu empresa se caería a trozos, las navidades no podrían celebrarse, tu familia dejaría de comer... etc, etc, etc...
Piensa, en cambio, que toooooda la gente hacemos lo mismo. Haz la prueba. Enseña una foto (mala) de grupo a ese mismo grupo durante algunos segundos. Después pregunta un detalle ajeno a las personas, qué había encima de la mesa, o quién pasaba por detrás... Nadie lo sabrá... estaban centrando su atención en su propia persona, en cómo habían salido, en lo mal que tenían el pelo.


Esta forma de percepción subjetiva es normal. Para ti tú eres lo más importante. Pero para el mundo en general... eres una mierda. Y aunque en principio choque o te revuelvas ante esta evidencia, déjame decirte que es una realidad liberadora. Sé es mucho más feliz siendo un mojón.

Ser una mierda es bueno

Justo el momento en el que eres consciente que podrías morirte hoy mismo y el mundo seguiría girando te da un poco la bajona. Normal. El sentido de trascendencia es inherente al ser humano. Pero la realidad es que nadie es imprescindible. NADIE.  Y es que pensar lo contrario, no cambia la realidad, sino que llena nuestra vida de responsabilidades y culpabilidades que no tienen demasiado sentido... Personalizamos hasta el extremo cualquier acontecimiento por ajeno que nos sea. ¿O es que no has pensado alguna vez que sólo basta que laves el coche para que llueva? Claro, las borrascas acechando en el Atlántico esperando el momento en el que TÚ salgas del túnel de lavado... Toneladas de agua suspendidas en el aire esquivando masas de aire frío hasta que termines de lavar los cristales... Demasiada responsabilidad, ¿no?
El día que te liberas de todo eso, que no tienes que ser el alma de la fiesta para que todo funcione, todo se vuelve más liviano, los hombros se relajan y empiezas a disfrutar de las cosas sin remordimientos. Es muy difícil reestructurar todos estos pensamientos, aunque yo aquí lo esté expresando con cierta ironía, porque por un lado hay que despojarse de los múltiples esquemas aprendidos y por otro, aceptar la certeza de nuestra intrascendencia, pero, de verdad, que merece la pena. 
Merece la alegría, más bien.

Egoísmo Positivo


Hay que ver lo que es el mundo de las palabras... se ha tenido que añadir el apellido de positivo porque EGOÍSMO siempre se relaciona con cosas negativas, aunque sea un egoísmo sano, útil y hasta necesario.

Nos han educado para no ser egoístas. Hay que tener en cuenta siempre las necesidades del resto. Tenemos que anteponer los deseos de nuestro alrededor a los propios.
 Nuestros objetivos, necesidades y anhelos son menos importantes.
Y así, un largo etcétera de pensamientos que están profundos en el sistema de creencias de nuestra sociedad. Alguien que mira por sí, que coloca sus valores por encima de los valores sociales y que se cuida, se mima y se valora es alguien non grato en nuestra cultura. Por eso la Psicología Positiva rompe una lanza por el llamado Egoísmo Positivo.

Alguien egoísta es quien:

-Elige sus prioridades, y ante la presión externa, establece límites de afinidad, espacio y tiempo. Esto significa que acepta abrir las puertas de su mundo, a todo lo que pueda alinearse o acoplarse en su camino, en vez de modificar sus planes cada vez que alguien lo solicite.

-Señala quién entra, hasta cuándo y hasta dónde.

-No es intransigente, no está cerrado al mundo ni a lo nuevo. Tampoco se niega a revisar sus convicciones, que son, de hecho, perfectibles y modificables. Sólo es una persona de visión clara y conducta firme y expresión asertiva.

-Valora la generosidad, pero antes de llevar tu carga, te dirá como puedes llevarla tú, pues piensa que cada persona tiene una responsabilidad que afrontar.

-Puede y quiere escuchar opiniones pero no acepta que sean impuestas.

-Transita por la vida siendo fiel a sus convicciones, vocaciones y pasiones, ya que sabe que el mejor indicador de que está haciendo las cosas bien es la certeza que experimenta desde su interior. Por lo tanto no actúa para sentirse "normal" o "aceptada".

-Su sentido de identidad mana de sí mismo/a.

-Al alcanzar tanto respeto y entendimiento por sí mismo/a sabe establecer relaciones profundas e íntimas con quien le rodea, pues se identifica con la humanidad del resto. Empatiza de una forma sana con su alrededor.

En definitiva: actuar por convencimiento propio, no con el objetivo de agradar o ser como la sociedad espera... sólo así podremos soltar lastre y ser responsables de nuestra vida.

¿Sin ti no soy nada?

Yo soy Yo
Tú eres Tú.
Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas
Tú no estás en este mundo para cumplir las mías.
Tú eres Tú
Yo soy Yo.

Si en algún momento o en algún punto nos encontramos
Será maravilloso
Si no, no puede remediarse.
Falto de amor a Mí mismo
Cuando en el intento de complacerte me traiciono.
Falto de amor a Ti
Cuando intento que seas como yo quiero
En vez de aceptarte como realmente eres.
Tú eres Tú y Yo soy Yo.

Fritz Perls