Enséñame a fracasar

No nos educan para el fracaso y sin embargo es más común que el éxito.

La escuela, los padres, la sociedad en su conjunto nos preparan para el éxito, nos inculcan que podemos conseguir lo que queramos si nos esforzamos, si luchamos por ello... Pero es bien sabido que esto no es siempre así. No nos enseñan a tener en cuenta la posibilidad de fracasar, y esto no es cuestión de tener mentalidad de perdedor, sino de probabilidad.
Debemos manejar siempre esta posibilidad ante cualquier reto que nos propongamos, por dos razones fundamentalmente: para tener un plan B y para no caer en la frustración de lo no conseguido. Es decir, que al no conseguir algo que nos habíamos propuesto (que incluso habíamos luchado mucho por alcanzar) debemos hacer reflexiones acerca de por qué no nos ha salido como quisiéramos y cuáles son los pasos que debo tomar ante la nueva situación, en lugar de caer en la frustración y en el abatimiento.
En los tratamientos psicológicos, por ejemplo, sí que se contempla esta posibilidad. Y no es que no confiemos en que el paciente puede recuperarse, para nada, es que se le prepara por si esto no ocurre, para que tenga en su repertorio herramientas de afrontamiento. Se les explica que es normal caer y recaer y qué hacer ante estas situaciones. Así la persona es consciente de que puede ocurrir y tiene la capacidad de ponerse manos a la obra ante algún contratiempo, en lugar de dejarse arrastrar por la deseperanza.

"Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor."
 Samuel Beckett

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