Quién no conoce a (o ha sido de) esa persona que siempre termina por engancharse al mismo tipo de relaciones donde el tormento, las idas y venidas, la infidelidad, se convierten en la tónica de su vida amorosa. Y tú, paciente, recoges pedazos y aguantas una y otra vez, sabiendo, que al final, volverá.
El amor romántico: la idealización
"El buen amor vive en estado de necesidad"
Platón
El problema empieza con la idea de amor romántico:
Esa fuerza que te eleva, que te empuja y que te llena, que te arrastra y que te acerca a Dios... que canta Alejandro Sanz... Porque el amor, más allá de la poesía, es una emoción poderosa que actúa a varios niveles cerebrales provocándonos un desequilibrio homeostático, esto es, una avalancha anormal de neurotransmisores. Por eso sentimos euforia, dejamos de dormir y/o comer, distorsionamos la realidad, asumimos riesgos... de alguna forma, nuestro cerebro deja de "funcionar correctamente".
El cuerpo, sabio, siempre tiende a normalizar los parámetros, básicamente porque sería imposible mantener dichos niveles durante un prolongado espacio de tiempo, así, ese sentimiento inicial termina por diluirse.
Si tu concepto del amor, el cual se ha creado a base de literatura y cine, está distorsionado, considerarás que la intensidad emocional debe ser siempre la misma. ¿Cómo se consigue ésto? A través del drama, es decir, estando con personas "intermitentes" que a veces te dan y otras no, de esta forma los picos de neurotransmisores caen cuando no estás recibiendo para subir de forma vertiginosa cuando sí.
Para que nos entendamos: Si te regalan una rosa todos los días, la rosa deja de tener emoción. Puedes agradecerla a nivel cognitivo, pero no te estimula emocionalmente. Si la rosa te la regalan en momentos inesperados, a veces un ramo de 25, meses enteros sin rosa, otro día por la noche y nunca en tu cumpleaños, la rosa tiene mayor significado, consigue emocionarte, y esperar, con ansiedad, la próxima.
Porque el ser humano es así, un poco gilipollas.
Sistema de recompensa cerebral
El sistema de recompensa cerebral es una pequeña área perteneciente al llamado "cerebro reptiliano" porque fue de las primeras que desarrollamos los seres humanos. Este sistema controla la motivación, el miedo o el placer, y está debajo de las estructuras de razonamiento. Cuando recibimos una recompensa, ya sea en modo de comida, sexo, aprendizaje, cocaína o amor, esta estructura libera dopamina que distribuye por todo el cerebro, y por lo tanto, sentimos satisfacción. Al ser una sensación tan placentera, el ser humano busca, desesperadamente, repetirla, de ahí las adicciones tradicionales.
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No es sano jugar con nuestras emociones como si fuesen una montaña rusa |
El amor romántico mal gestionado puede llegar a considerarse una adicción ya que pretende la repetición del subidón que tanto bienestar provoca. Como ya hemos dicho, y debido a que el cuerpo tiende a la homeostasis, la tolerancia es cada vez mayor, por lo que o bien, necesitamos sensaciones más fuertes, o periodos de abstinencia para que provoque lo mismo.
Esto se traduce en comportamientos tóxicos en busca del drama, para volver a recibir la recompensa.