Me quiero libre






Pero hoy es catorce y yo me prometo a mí misma que si consigo salir de esta situación ( y en dos meses, con suerte, me veo fuera) aprenderé de la experiencia y no volveré a acercarme a fuegos que puedan quedarme, ni a aceptar manzanas envenenadas por apetitosas que parezcan, ni a intentar hilar con husos, ni a aceptar los consejos de los lobos feroces. Si todo sale bien pese a todas las lágrimas de hoy en dos meses seré libre y con suerte, iniciaré un camino hacia lo más parecido que pueda construir a la felicidad ( y si no es felicidad, al menos serenidad). 


Os deseo a todos y todas en este día catorce mucho amor. Nada de ese amor que se identifica con posesión, chantaje, intrusión, conflicto, celos. Nada de ese amor que no es amor sino dependencia. Nada de ese presunto amor que te obliga a caminar con muletas y te impide bailar. No. Lo que os deseo es ese amor que brota desde uno mismo hacia uno mismo y que desde allí se va ramificando en diversas corrientes hacia los amigos, hacia los niños, hacia los animales, hacia los amantes, hacia la música, el arte, la literatura... Ese tipo de energía omnipresente que es la raíz de la libertad. El amor incondicional que se entrega de forma gratuita y se recibe sin culpa. El amor que supera el ego. El amor que no necesita procesarse ni tampoco justificarse desde especulaciones racionalistas. El amor que impone amarse a uno mismo y desde ahí a los demás. El amor que no espera respuesta o retribución. El que hace crecer y no mutila.

El que no culpabiliza, ni exige, ni condena. El que no impone silencios, el que no denigra ni insulta. El que ayuda, apoya y anima, el que es energía revolucionaria, el que no conoce límites, el que juega y se divierte, el que no parasita, el que nace libre, responsable y sin excusas. El que no es simplemente un privilegio que se otorga; sino un derecho que se adquiere.
Lucía Etxebarría

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