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Barça- Villanovense


Jugador del Villanovense flipando en el Camp Nou
El Villanovense es un modesto equipo de fútbol extremeño de 2ªB que se clasificó en 2015 para la Copa del Rey. En el sorteo le tocó como contrincante el Barça. Ellos locos de contentos: sería su oportunidad de jugar contra sus ídolos... ¡y de pisar el Camp Nou! Yo, más por extremeña que por forofa, y como amante de historias de davides contra goliats, seguí muy de cerca el asunto. Había mucho que ganar y poco perder. Todo era ilusión y expectativas. Y la sensación de haber ganado ya de alguna manera.
En el Barcelona, en cambio, se vivía la situación inversa. Evidentemente el Villanovense no era rival para él por lo que con toda seguridad ganarían. Pero, me preguntaba, ¿y si perdían?

Mucho que perder, poco que ganar

Seguro que en alguna ocasión te han hecho una analítica de sangre. Por norma general, esos resultados son satisfactorios y te vas a tu casa como has venido. En cambio, cuando no lo son, las emociones negativas se disparan. ¿Por qué no somos capaces de alegrarnos con la misma intensidad cuando nos pasan cosas buenas? Probablemente porque , al darlas por hechas, no las tenemos ubicadas en el polo de "acontecimientos positivos" sino en el de neutros. Estar bien de salud, tener techo y comida, que nuestra familia está viva... son consideradas por nuestro cerebro como neutras (cuando, evidentemente, no lo son) por lo que nos cuesta más trabajo sentir una intensidad emocional paralela a la que sentiríamos si no lo tuviésemos.
Teóricamente tendríamos que sentir la misma intensidad emocional ante la salud que en la enfermedad, pero cognitivamente la colocamos en una zona neutra del espectro por lo que estar saludable no nos da ni frío ni calor.

Es decir, imaginad que pierde el Barça contra el Villanovense: los comentarios serían muy negativos, se buscarían culpables, se querrían depurar responsabilidades... La derrota sería un fracaso mayúsculo. La victoria, en cambio, fue un mero trámite y no produjo ni siquiera satisfacción. 

Hay personas que tras haber superado un cáncer (o cualquier otra tragedia) dicen que es lo mejor que les podía haber pasado. La gente se echa las manos a la cabeza y piensan que es positivismo ingenuo. Yo, además de respetar qué hace feliz a cada cual de cada cual, pienso que probablemente al tener un cáncer todo aquello que consideraba "neutro" ahora lo ha colocado en el punto más positivo del continuo: lo que daba por seguro dejó de serlo y su intensidad emocional positiva es congruente con todo lo bueno que siempre tuvo y ahora valora. 

Estoy escribiendo sobre esto porque me ha costado mucho tiempo entenderlo. Yo misma me he cachondeado de los Mr Wonderful y he ironizado sobre eso de alegrarse por las pequeñas cosas... pero, en algún momento me di cuenta que no podía esperar a los grandes acontecimientos para ser feliz, básicamente porque en una vida normal (como es el caso) ocurre en contadas ocasiones.
Iba de Barça por la vida amargándome por no haber ganado la Champion y en realidad soy un Villanovense, y oye, a mucha honra.



Adicción al drama: ¿Por qué yo no tengo una relación "normal"?


Quién no conoce a (o ha sido de)  esa persona  que siempre termina por engancharse al mismo tipo de relaciones donde el tormento, las idas y venidas, la infidelidad, se convierten en la tónica de su vida amorosa. Y tú, paciente, recoges pedazos y  aguantas una y otra vez, sabiendo, que al final, volverá.

El amor romántico: la idealización

  "El buen amor vive en estado de necesidad" 
                                                                                                                                           Platón

El problema empieza con la idea de amor romántico:
Esa fuerza que te eleva, que te empuja y que te llena, que te arrastra y que te acerca a Dios... que canta Alejandro Sanz... Porque el amor, más allá de la poesía, es una emoción poderosa que actúa a varios niveles cerebrales provocándonos un desequilibrio homeostático, esto es, una avalancha anormal de neurotransmisores. Por eso sentimos euforia, dejamos de dormir y/o comer, distorsionamos la realidad, asumimos riesgos... de alguna forma, nuestro cerebro deja de "funcionar correctamente". 

El cuerpo, sabio, siempre tiende a normalizar los parámetros, básicamente porque sería imposible mantener dichos niveles durante un prolongado espacio de tiempo, así, ese sentimiento inicial termina por diluirse.

Si tu concepto del amor, el cual se ha creado a base de literatura y cine, está distorsionado, considerarás que la intensidad emocional debe ser siempre la misma. ¿Cómo se consigue ésto? A través del drama, es decir, estando con personas "intermitentes" que a veces te dan y otras no, de esta forma los picos de neurotransmisores caen cuando no estás recibiendo para subir de forma vertiginosa cuando sí.

Para que nos entendamos: Si te regalan una rosa todos los días, la rosa deja de tener emoción. Puedes agradecerla a nivel cognitivo, pero no te estimula emocionalmente. Si la rosa te la regalan en momentos inesperados, a veces un ramo de 25, meses enteros sin rosa, otro día por la noche y nunca en tu cumpleaños, la rosa tiene mayor significado, consigue emocionarte, y esperar, con ansiedad, la próxima. 
Porque el ser humano es así, un poco gilipollas.

Sistema de recompensa cerebral

El sistema de recompensa cerebral es una pequeña área perteneciente al llamado "cerebro reptiliano" porque fue de las primeras que desarrollamos los seres humanos. Este sistema controla la motivación, el miedo o el placer, y está debajo de las estructuras de razonamiento. Cuando recibimos una recompensa, ya sea en modo de comida, sexo, aprendizaje, cocaína o amor, esta estructura libera dopamina que distribuye por todo el cerebro, y por lo tanto, sentimos satisfacción. Al ser una sensación tan placentera, el ser humano busca, desesperadamente, repetirla, de ahí las adicciones tradicionales. 

No es sano jugar con nuestras emociones como si fuesen una montaña rusa

El amor romántico mal gestionado puede llegar a considerarse una adicción ya que pretende la repetición del subidón que tanto bienestar provoca. Como ya hemos dicho, y debido a que el cuerpo tiende a la homeostasis, la tolerancia es cada vez mayor, por lo que o bien, necesitamos sensaciones más fuertes, o periodos de abstinencia para que provoque lo mismo.
Esto se traduce en comportamientos tóxicos en busca del drama, para volver a recibir la recompensa.

Autoconocimiento


El autoconocimiento es un proceso introspectivo que nos permite ahondar en quién, qué o cómo somos. 






Si te conoces sabes cuales son tus deseos, carácter, anhelos, metas vitales, emociones... que a última instancia son el impulso que te mueven para que actúes como actúas.
 Si te conoces sabes qué te gusta o disgusta y eres capaz de encontrar el punto exacto en el que se dispara una emoción, estableces el vínculo entre tus sentimientos y lo que piensas, haces o dices.
 Si te conoces puedes gestionar esa emoción y llevarla hacia donde quieres, hacia el sitio más idóneo para conseguir tus metas.
Si te conoces sabes reconocer el efecto que tus emociones tienen sobre tí mism@ y en cómo haces las cosas.
Si te conoces es más fácil conocer a los demás y a su vez, manejar sus emociones de una forma efectiva.
Si te conoces es más fácil que aprendas de la experiencia ya que entiendes qué puntos son los fallados.
Si te conoces puedes afrontar con confianza las opiniones de los demás y aceptarlas o desecharlas
según consideres.
Si te conoces tienes un juicio realista respecto a tus debilidades y fortalezas y a partir de ahí, cambiarlo si quieres.
Si te conoces es más fácil que te aceptes. Si te aceptas es probable que te respetes pues entiendes que haces las cosas de la mejor manera que sabes. Si te respetas te ganas a ti y eso nada ni nadie te lo puede arrebatar.

Errores comunes

- Pensar que a cierta edad ya te conoces del todo: El ser humano (¡gracias a las diosas!) cambiamos durante todo el ciclo vital. No sólo en cuanto a objetivos o ideas, también ciertas características de personalidad. Hay quien se queda con la idea de quien es por lo que le dijeron en la escuela...

- Evitar: -¿Y si no me gusto? - se pregunta Felipe. Mirar dentro a veces duele, tanto que somos capaces de pasarnos la vida sin conocernos en absoluto, negando una parte que también somos y que si no aceptamos, sí que es inmodificable.

- Coherencia a toda costa: Tenemos un concepto equivocado sobre la coherencia en nuestro comportamiento ya que consideramos que tenemos que ser siempre como somos. Evidentemente ni todos los días eres de una manera inamovible, ni en todas las situaciones actúas igual. Entender que somos un continuo, más que un polo, es la forma más sana de comenzar a conocerse.

¿Me conozco?


Este es un ejercicio clásico de autoconocimiento en el que dando el inicio, se pretende que la persona complete la frase. Si me permites, te daría el consejo de que lo hagas en un ambiente calmado y, a poder ser, en soledad. Además, puede ser un juego divertido en el que un grupo de personas contestéis las preguntas y el resto tiene que adivinar... Por supuesto, lo que pongas en ambos casos no tiene que ser lo mismo... ¿Te atreves?



Tu funeral


¿Cuál es el sentido de la vida?

Encontrar un propósito más grande que tú es uno de los pilares de la felicidad genuina. No estoy hablando de un sentido vital místico, espiritual o religioso (o sí, si a ti te vale) me refiero a aquello que da valor a tu existencia más allá del paso de los días. 

Por si andáis como pollo sin cabeza (como es mi caso) os dejo un ejercicio muy eficaz para reflexionar sobre lo que realmente te importa.


Tu funeral

No es por ponerse tétrica pero intenta imaginar con el máximo de detalles posibles cómo te gustaría (preferirías, mejor dicho) que fuese tu funeral. Estoy hablando de tu funeral después de haber vivido la vida que querrías, cuando ya tengas muchos, muchos años. Imagina durante un par de minutos y obsérvalo todo con atención:

- ¿Quién está? ¿Hay mucha gente? ¿Hay alguien de la familia? ¿Quién más, amistades, colegas, autoridades, fans?
- ¿Dónde es? ¿Qué cosas dejas?
- ¿Qué están diciendo de ti? ¿Hablan más de ti como persona o como profesional? ¿Cuales han sido tus logros? ¿Qué legado dejas?
- ¿Cuál es tu epitafio?


Entiendo que son preguntas de difícil respuesta, pero son capaces de darte las pistas necesarias sobre cómo quieres vivir. A veces creemos que nuestra meta más importante es tener una familia, y en cambio nos sorprendemos fantaseando con una vida aventurera y libre, por ejemplo. 

Ahora, la pregunta es:

¿Estoy en el camino?

Reversible


Las decisiones que tomamos son reversibles.


A veces cuesta tomar decisiones porque creemos que ya nunca podremos echar marcha atrás y que toda la vida dependerá de lo que hagamos en ese preciso momento. Lo cierto es que, aunque si es verdad que hay decisiones que influyen más que otras, por norma general, solemos dramatizar las consecuencias. Decidir siempre da vértigo pero llega a paralizar si creemos que lo que hagamos determinará de manera permanente nuestra vida.


Decidir sin miedo


1) No hagas que lo óptimo sea contrario de lo bueno. No intentes buscar la solución óptima, perfecta, a tu problema. No existe. Intentar prever las consecuencias es una habilidad importante para no hacer las cosas sin ton ni son, pero es imposible controlar todas las variables.
Decide según tus valores personales, de buena fe, así no te arrepentirás si las cosas no salen como querías.


2) Todo en la vida es reversible. Siempre se puede volver, siempre se puede cerrar. En la treintena,
edad en la que me encuentro, parece que toda decisión que tomes será determinante. Escoger entre un trabajo u otro, por ejemplo, se convierte en un estresor brutal. Aligerar carga es indispensable... hay que ser capaz de ver la situación con perspectiva y ser consciente que volver al punto de partida no es un fracaso, es una nueva búsqueda con algo aprendido.


3) Una opción incorrecta no te hacer ser una persona fracasada. En ocasiones creemos que somos lo que hacemos. Cuánta gente es infeliz por permanecer en un lugar o en un trabajo por no ser capaz de decir que se equivocó... No acertar, que las circunstancias no sean lo que hubieses deseado, sin dejar de ser una putada, no es el fin. Aceptar que no lo quieres, entender por qué no te gusta para no repetir patrones y buscar soluciones a tu situación, no es, de modo alguno, fracasar.

Cuando escogemos un trabajo, nos mudamos de casa o empezamos una relación dejamos otras opciones en el camino. Si sale mal, nos da la sensación de que hemos perdido el tiempo, la energía, los recursos... y quizá es un poco así, pero permanecer en una situación que nos hace infelices por miedo sí que es un fracaso. 

¿Realmente quieres ser feliz?


"Antes de curar a alguien
 pregúntele si está dispuesto a renunciar 
a las cosas que le enfermaron"

Hipócrates


¿Quieres ser feliz?

No os podéis imaginar la gente que conozco que quiere ser feliz y qué poca gente está dispuesta a trabajar para conseguirlo. Es como pretender estar en forma sin hacer ejercicio. ¿Cuesta trabajo? Sí. ¿Siempre tienes ganas? No. ¿Es más fácil para la gente que tiene una genética propicia? También, pero de nada sirve quejarse amargamente en lo fácil que es para ese tipo de personas (ok, puedes odiarlas un poquito para tus adentros) y el esfuerzo que supone para ti. 
La pregunta es:
¿Estás dispuesta a  ser feliz?


Por qué (a veces) elegimos no ser felices


- No estamos dispuestas a abandonar la zona de confort. Parece una contradicción, pero nuestro

cerebro prefiere lo que conocemos a lo que no, ya que lanzarse a lo incierto genera un estrés que muchas veces no está dispuesto a soportar. De ahí que decidamos mantener conductas claramente perjudiciales, porque, aunque parezca que no, nos son cómodas de alguna manera.

- No queremos trabajar en ello. Para ser feliz según que casos hay que esforzarse. En primer lugar hay que aprender y después mantener la atención sostenida para no caer en lo que nos llevó a la infelicidad tiempo atrás. Cansa. Lo sé. Es disciplina pura y a veces preferimos la infelicidad. Como ya dijo Séneca: "La tristeza, aunque siempre esté justificada, muchas veces sólo es pereza. Nada necesita menos esfuerzo que estar triste."

- Ser infeliz conlleva ciertos refuerzos secundarios. Vale, esto ya es para nota. A veces en la vida conseguimos cosas cuando estamos tristes (ya sea atención, cuidados o sushi) No es manipulación, es algo que hacemos sin querer porque nos han enseñado que es una buena forma de conseguir lo que te propones. Es muy difícil ser sincera con una y ser consciente de qué beneficio estamos sacando a un hecho que nos provoca tanto malestar, pero, reconocértelo es un paso importantísimo para poder trabajar en ello. Reflexiona acerca de qué sacas cuando estás triste e piensa formas alternativas de conseguirlo.



Para reflexionar:

Sé que es complicado pero intenta tomarte 5 minutos para responder(te) estas preguntas de forma honesta. Sería genial si tuvieses un papel y un boli a mano.

- ¿Por qué quiero ser feliz?

- ¿Qué estoy dispuesta a cambiar para conseguirlo?

- ¿Me compensa?

Es un buen punto de partida para saber si realmente quieres o no empezar este camino.


Rafael Santandreu es uno de los expertos más importantes sobre Psicología Positiva. Este libro divulgativo explica de forma sencilla cómo podemos ser más felices cambiando la forma de ver el mundo.

¿Serías capaz?




Este es un experimento en el que algunas personas escriben una carta de agradecimiento a alguien que sea muy importante en su vida. Sin saberlo, después tienen que leerla. Expresar los sentimientos positivos es, en muchas ocasiones, más difícil que expresar los negativos, porque nos han enseñado que es un signo de debilidad. Y sentimos incomodidad y vergüenza o los evitamos con el humor.
¿Triste, no?
Dar las gracias a alguien, no sólo influye positivamente en quien escucha, también en quien habla.
Y merece la pena.

Ser feliz sin vacaciones


Dicen los estudios que las personas con vacaciones son más felices que las que no las tienen pero que los niveles se equiparan rápidamente una vez las primeras vuelven al trabajo... pero ¿por qué la gente es más feliz en vacaciones?

Vacaciones y felicidad

Las vacaciones suelen ser periodos más felices porque sentimos que tenemos opciones y no obligaciones. Los horarios son más relajados y, aunque digan que no, poner tierra de por medio ayuda a desestresarnos. Conocer otras culturas, tener tiempo para estar con la familia y/o amistades y salir de la rutina son también algunas de las causas que influyen en nuestro bienestar en esta época. 
Si tu caso (como el mío) es que no tienes vacaciones (o que no puedes viajar) no tienes por qué perderte ese trocito de felicidad ya que podemos adoptar (en la medida de lo posible) esos factores que sabemos que aumentan nuestra sensación de felicidad.

1) Disponte a ser feliz. A ver, que parece una chorrada, pero la gente cuando sale de vacaciones ya va con la idea de que va a estar bien. Sabemos que la felicidad es más una disposición que una circunstancia, así que partamos de una buena base. Será imposible disfrutar si todo el día estás pensando en "vaya mierda me toca ir a currar"

2) Flexibiliza. Intenta que tus horarios sean lo más relajados posible. Si no puede ser en el trabajo, que sea fuera de él. Échate una siesta o ve al cine entre semana. 

3) Sal de la rutina. Consulta la agenda de tu pueblo o ciudad, seguro que te queda muchísimo por conocer. Desayuna en un bar distinto. Habla con gente con la que no suelas hablar.

Re-descubre tu pueblo o ciudad.
Seguro que hay mucho que desconoces.
4) Comparte tiempo con la gente. Aprovecha que todo el mundo está de vacaciones para ver a quien no puedes ver el resto del año: podrán adaptarse mejor a tus horarios.
5) Desconecta. Aprende a apagar el móvil cuando salgas del trabajo. Así, además, no estarás pendiente de las redes sociales y no harás algo que nunca hay que hacer (pero más en esta época): compararse.

6) Planea cosas divertidas. Seguro que tienes algún día libre. Planea ir al río, o ver un maratón de pelis con un amigo, o ir al teatro con tu hija... A veces, la antesala de la felicidad es lo más importante.

7) Aprovecha lo que tienes en lugar de centrarte en que no estás de vacaciones. Disfruta de que no hay atascos, pon una mesa en la terraza que tienes inservible o invítate a la piscina de tu amiga. Eres libre de estar de mal humor todo el día (faltaría más), pero te aseguro que no sirve para nada y sólo pierdes tú.

Las vacaciones están bien, son necesarias e incluso saludables (si se usan adecuadamente, pero eso es otro tema) lo que no es muy aconsejable es pasarnos todo el año esperando a que lleguen. Traer hasta tu cotidianidad algo de vacaciones o los factores que hacen que sean deseables puede que nos haga disfrutar más del día a día y no invertir todas nuestras expectativas en un mes (con suerte) al año.

Yo hago siempre lo que me da la gana





Entiendo que mi vida es un privilegio, partamos de ahí, pero llena de pozos de mierda, como todas. Aún así he aprendido a hacer siempre lo que quiero.

Siempre hago lo que quiero

Aprendí en Economía en  1º de Bachillerato el concepto coste de oportunidad. El coste de oportunidad es lo que dejas de hacer o de tener por haber decidido alguna cosa. Por ejemplo: como decido comprarme un coche nuevo (porque el que tenía se rompió) no puedo irme de vacaciones este año. Decía mi profesora que es "a lo que renuncias" y no siempre tiene que ver con lo que deseas. Yo entendía que no. Que quizá las vacaciones sea lo que deseas en ese momento y te encabrona de mala manera tener que meterte en un crédito para comprarte un coche porque se te ha roto el otro, pero, peeeero, a última instancia es el coche lo que quieres. porque te lleva al trabajo, porque te permite ser independiente o porque te da estatus... sea lo que sea, la importancia del mismo supera las vacaciones, por lo tanto lo quieres más. A la postre, siempre haces lo que quieres.

Y aunque parece que voy como pollo sin cabeza,
todo lo que hago responde a un valor personal.
Mi profesora seguía con que no, que ella preferiría tener una finca con caballos que venir a aguantarnos (lógico) pero que no podía. 
- Vende drogas y cómprate la finca- Le dije.
- No estoy dispuesta a vender drogas por tener la finca. Va en contra de mis principios.- Me contestó.
- Entonces tu quieres más tus principios que tu finca con caballos, por lo tanto, estás haciendo lo que realmente quieres.
La profesora no me dio un puñetazo porque por aquellas ya estaba muy mal visto pegar a una alumna, pero me dio la razón y me dijo que yo iba a conseguir todo lo que quisiera en la vida.
Y, aunque ni de lejos vivo como a aquella edad había imaginado, he aprendido que vivo como quiero porque entiendo que si hago lo que hago es porque hay cosas más grandes que mis deseos a las que no estoy dispuesta a renunciar. Y cuando tengo que hacer algo que no apetece (conducir, depilarme o irme de cena con sus amigos) reflexiono y busco el por qué lo estoy haciendo, cuál es el valor personal al que estoy atendiendo. Y siempre lo hay. Por eso siempre sé que hago lo que me da la gana.

Soy responsable


Me responsabilizo de mis palabras y mis intenciones al decirlas, no de lo que tú quieras entender.

Me responsabilizo de mis acciones acertadas y de mis errores. Y del derecho a subsanarlos si lo considero oportuno.

Soy la responsable de mis emociones y no culpo al mundo de las mismas. De la misma forma, devuelvo a la gente que me rodea el control sobre las suyas. No dependen de mí y por lo tanto me libero de la culpa.

Me responsabilizo de las cosas que hago por las demás. No espero lo mismo, no es un quid pro quo. Así me siento más libre para decir que no. También para entender cuando me dicen que no.

Elijo la gente que quiero tener cerca y sólo yo soy responsable si me dañan y no me alejo. Elijo quererme y cuidarme, sólo así las personas de mi alrededor lo harán.

Soy la única responsable de mis ideas y mis propias expectativas. Lo que el resto espera de mí es suyo, no mío, y por lo tanto se lo devuelvo.

Me responsabilizo de mi propio futuro, del trabajo que hago para conseguir lo que quiero. No voy a dejar en otras manos las decisiones que tomo. No quiero que sean los otros los culpables de mis fracasos, porque también lo serían de mis logros. Me responsabilizo de mi propia felicidad. Y de seguir buscándola.





Personalización: No es nada personal




La personalización es una de las distorsiones cognitivas más comunes y que más malestar generan. La idea errónea es creer que todo lo que ocurre tiene que ver, de alguna forma contigo. Seguro que alguna vez has pensado que en cuanto limpias el coche se pone a llover o que fulanita tiene mala cara porque no le caes bien. O que las cenas siempre se organizan cuando no estás. Yo que sé. Podría poner miles de ejemplos. En un principio pueden parecer inofensivas, incluso graciosas, pero cuando este pensamiento es inflexible, recurrente y genera emociones negativas debemos atender  qué pensamientos automáticos los provocan e intentar hacerlos más adaptativos.
 
Racionalmente, sabes que lo acontecido no tiene nada que ver contigo, pero el mensaje que te das es tan contundente, rápido y creíble que lo terminas aceptando como válido. Ni lo cuestionas. Y por un error en el procesamiento de la información podemos sentir gran hostilidad hacia el mundo, como si éste conspirase para que tú seas infeliz.

Personalización: cómo reestructurla.

Como ocurre con todas las distorsiones cognitivas, en primer lugar hay que entender que lo que provoca este error del pensamiento es un proceso aprendido, por lo que puede ser modificado. Eso sí, con atención y entrenamiento, pues llevamos tanto tiempo usándolo que será costoso cambiar de hábito.

- No eres el centro del mundo. Parece que es algo malo. Pero no. Ser consciente que la gente y lo que hace tiene que ver contigo en un porcentaje mínimo es casi liberador. No eres responsable de las emociones de quien te rodea. Y, en el improbable caso que lo seas, tienes derecho a que te digan qué ocurre, y no tener que adivinarlo.

- Racionaliza. Piensa de forma objetiva si siempre hay Levante cuando tú vas a la playa o si sólo hay atascos por las carreteras que tú vas. Busca información real para rebatir tus pensamientos.

- Pregunta. Cuando creas que alguien tiene una actitud distante contigo, pregunta si es por algo que has dicho o hecho, no lo des por sentado. No os podéis imaginar la cantidad de malos entendidos que se crean por no preguntar a tiempo qué es lo que le ocurre a la otra persona.

Al final, personalizando, por una parte te haces responsable de todo lo que ocurre y te llenas de culpa y de rencor. Si tienes alguna duda sobre las intenciones o comportamientos de alguien (y te interesa saber la verdad), pregunta. Es más fácil, y muchísimo más útil que andar cavilando sobre qué habrás hecho para que sea así. Cada cual tiene mil áreas vitales que pueden influirles en su conducta. No te lo tomes como algo personal. No seas como Pepe.

Abstracción selectiva: lo negativo es lo que importa




Muchas veces somos como Pepe. Una situación, una persona o nuestra propia vida es valorada a través de un único componente negativo. Todo lo positivo queda minimizado y carece de importancia.
La abstracción selectiva es un hábito aprendido de pensamiento, una distorsión cognitiva que potencia que nos fijemos y tengamos más presente el aspecto menos deseable del contexto, obviando el resto de información.

Lo negativo es magnificado y termina tiñendo todo lo que le rodea.

¿Pienso yo de esa manera?

Ocasionalmente, seguro. El problema empieza a aparecer cuando se realiza de forma constante o que termine por generar malestar en tu vida. Al tener este hábito de pensamiento, toda la realidad pasa por ese filtro, por lo que, evidentemente, será difícil que consigas ser feliz ya que el aspecto negativo de la vida tiene más peso que todo lo bueno que te ocurra. Además, la falta de autoestima será patente pues de todo lo que hagas conseguirás extraer algo que no te guste.

"Los garbanzos están malos"
Cartel de sensibilización del Secretariado Gitano


Pregúntate:

- ¿Soy excesivamente perfeccionista conmigo y con quien me rodea?
- ¿Me fijo en los defectos de las cosas?
- ¿Me obsesiono con los pequeños detalles de una situación?
- ¿Saco conclusiones a partir de lo negativo que me ocurre?
- ¿Quiero dejar de centrar mi atención en la parte negativa de la vida?

Abstracción selectiva: cómo desaprender

En la nueva era de la felicidad a toda costa parece que hay que obviar todo aquello que te haga daño.
No es lo que se pretende desde la Psicología Positiva ni desde este blog en concreto. Cuando se habla de reestructurar la abstracción selectiva, lo que se intenta es que tengamos la capacidad de darle a los aspectos negativos el lugar que realmente tienen. Que ya no sean más el centro de nuestra vida y nuestros pensamientos, que no los magnifiquemos, no que los ignoremos. Son cosas distintas.

1.- La forma en la que piensas es producto de tu aprendizaje y por lo tanto se puede cambiar. ¡Confía en el proceso!

2.- La realidad puede ser observada desde muchas perspectivas. La tuya es sólo una más, y visto lo visto, no es la más útil.

3.- Haz una escala de cosas negativas donde 0 sea que te pique un mosquito y 100 que tu ciudad quede desolada por un terremoto y mueran todas las personas que conoces. Puntúa lo negativo que te ocurra de forma realista. Relativiza.

4.- Imagina que un amigo, tu hija o tu madre te cuenta ese mismo problema. Muchas veces ver el supuesto problema desde fuera hace que sea más objetivo.

5.- Genera pensamientos automáticos positivos cada vez que generes uno negativo. 

6.- Contrasta tu pensamiento con la realidad. Si sientes que nadie te quiere porque nosequién no te felicitó por tu cumpleaños, pregúntalo. Si Pepe considera que sus vacaciones han sido un fiasco, que vea fotos, que recuerde los momentos divertidos, que piense en todo lo que ha descansado. Sé inteligente. No seas como Pepe.

Distorsiones cognitivas



Personalmente, haber aprendido a reconocer y reestructurar las distorsiones cognitivas ha sido clave para mi proceso de búsqueda de la felicidad. Una distorsión cognitiva es como una mala postura que nos está dañando la espalda. Sí, justo eso, un hábito aprendido del que no somos conscientes hasta que sentimos el dolor.

¿Qué es una distorsión cognitiva?


No quisiera entrar mucho en teorías, que la psicología está llena de palabrejas que terminan por confundir y alejar cosas que sentimos a diario. Sólo decir que su investigación científica está bastante asentada y que su reestructuración forma parte de los tratamientos más eficaces.

Una distorsión cognitiva es un error en el procesamiento de la realidad.


Imaginad el cerebro como una máquina en la que entran percepciones del mundo exterior (a través de los sentidos) y éstas son transformadas por nuestro sistema de creencias. Ésto es una acción que realizamos todos los seres humanos. Aunque creamos que no, todo lo que percibimos pasa por la "máquina" del razonamiento y la realidad es sólo nuestra realidad. El producto, lo que sale, afectará a nuestras emociones y nuestras conductas.  La pregunta que tenemos que hacernos es ¿está mi máquina rota? o mejor dicho ¿podría mejorar mi máquina para que mis pensamientos me fuesen más útiles?

Engrasando la máquina

Para cambiar lo que funciona mal de nuestra máquina tenemos que saber qué está mal. Esto suele ser complicado porque sólo conocemos a fondo el funcionamiento de la nuestra (es difícil comparar los procesamientos cognitivos con otras personas) y, a no ser que esté en muy mal estado, no solemos ser conscientes de sus taras. 
Peeeero sí que es posible reconocer que el producto no es de la mejor calidad, es decir, si nuestros pensamientos, emociones o conductas no nos hacen felices es que algo no está del todo bien. Porque ya sabéis, la realidad tiene muchas interpretaciones, sólo es cuestión de encontrar la más adecuada.

Pensamientos automáticos

Imaginad la siguiente situación: 

La profesora te pide que salgas a la pizarra a resolver un problema. En ese momento pasa por tu mente "no voy a ser capaz", "se van a reír de mí", "todo el mundo estará mirando" 

¿Te suena? Ocurre en muchas situaciones a lo largo del día, son lo que denominamos como pensamientos automáticos: la consecuencia directa de la forma en la que procesamos la realidad. Nuestros productos, vaya. Es difícil captarlos porque suelen ser cortos, directos y pasan por nuestra mente de forma casi imperceptible.  Estos pensamientos tienen gran fuerza y desgastan mucho emocionalmente y pueden llegar a ser muy maliciosos pudiendo acarrear consecuencias para nuestra salud mental. Son microbombardeos constantes a nuestra valía. Por eso es tan importante interceptarlos y refutarlos, para no creer lo que nos dicen. Normalmente, los pensamientos automáticos negativos tienen que ver con las distintas distorsiones cognitivas por lo que conocerlas y cambiarlas hará que disminuya su producción.

Pero esa turra, ya otro día.

La depresión no es tristeza




Este blog está orientado hacia la Psicología Positiva. Esta disciplina nació con el propósito de incrementar los niveles subjetivos de bienestar en personas sin trastornos. Con esto no quiero decir que algunos de los tips aquí propuestos no puedan ser útiles en momentos complicados de la vida, seguro que sí, sólo que únicamente constituyen un pequeño grupo de herramientas dentro de lo que debería ser un tratamiento específico.

La depresión no es tristeza.

Usamos la palabra depresión con una ligereza que a mi personalmente me asombra. Evidentemente, se trata de desconocimiento. Si tienes depresión estás triste, pero es muchísimo más que eso, es una enfermedad verdaderamente incapacitante que puede resultar mortal. Y, quien lo ha sufrido lo sabe, no sirve con un simple "anímate" o "si tú no tienes motivos para estar así" o "sal a dar una vuelta"... debe abordarse desde una perspectiva multidisciplinar en la que no existen recetas mágicas.
Si quieres apoyar a una persona con depresión, empatiza, empatiza como si se hubiera roto todos los huesos del cuerpo. Trátala como tal, sin forzar. Piensa siempre en esa analogía cuando quieras dar un consejo. Seguro que a alguien con todo roto no le dirías: - Venga, que tú puedes, ¡camina!- Sólo irías con unos bombones a sentarte al lado y estar.
A veces, con eso vale.

Para saber más: Ruby Wax




Ruby Wax padeció una fuerte depresión. En esta charla TED explica cómo funciona el cerebro de alguien deprimido. No dejéis de verlo. No dejéis de aprender.

La terrorista de la alegría



El mundo es como es, y en demasiadas ocasiones gastamos nuestro tiempo en quejarnos, en escudriñar lo malo, en perder la esperanza. La pregunta que hoy te lanzo es ¿qué haces tú para mejorarlo? Se me ocurre un juego. Durante 30 días vamos a provocar alegría. Vamos a idear, trazar planes, conspirar de forma anónima para hacer a alguien más feliz. No son necesarios grandes gestes ni hazañas heróicas, consiste en emplear nuestra energía en la solución en lugar de en el problema.

El beneficio es doble. Por un lado, evidentemente, hacemos a alguien más feliz y puede que, con nuestro ejemplo, quiera a su vez, hacer más feliz a otra persona. Por otro, tú serás más feliz, ya que centrarás tu atención en la parte positiva de la vida (que la hay, aunque se empeñen en mostrarnos lo contrario) y además, focalizándonos en la acción, en lugar de en la queja, aumentará nuestro sentido de valía.

¿Te atreves?

Os dejo algunos ejemplos:

- Ayuda a alguien por la calle
- Recoge un papel del suelo y tíralo en su contenedor correspondiente.
- Da de comer a un animal abandonado.
- Escribe a alguien que hace tiempo que no escribes diciéndole lo que sientes.
- Pregunta el nombre a una persona que viva en la calle.
- Deja un detalle en la puerta de alguna vecina.
- Invita al café.
- Cede el sitio.
- Haz un cumplido (genuino, no falso) a alguien que no se lo espere de tu parte.
- No uses el móvil mientras alguien te esté contando algo sobre su vida. Escucha.
- Lleva al trabajo galletas hechas por ti.

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Hazlo


"Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos"

Galeano


El ser humano es un complicado círculo vicioso de pensamientos, sentimientos y acciones. Cada dimensión potencia las otras y seguimos sin tener muy claro qué fue primero, si el huevo o la gallina.


Hago una estupidez -> pienso que soy estúpida -> me siento estúpida  o porque me siento estúpida pienso que todo lo que hago es una estupidez... el caso, que no quiero entrar en teorías infinitas, es que romper estos círculos de patrones aprendidos es muy muy complicado por eso tenemos que encontrar el eslabón más débil.

El eslabón más débil

Cambiar un sentimiento es complicadísimo, se consigue a través de muchísima terapia o de un control excepcional de las emociones. Por norma general, a lo que recurre mucha gente es a la anestesia emocional, ya sea a través de drogas (legales o ilegales) u otras adicciones. Hay muchas estrategias más "sanas" para cambiar cómo nos sentimos, pero no es lo más fácil ni lo más rápido.
¡Hazlo!
Hasta las paredes te lo dicen
El caso del pensamiento está bastante más estudiado y hay protocolos enteros dedicados a su cambio. Es posible con un buen entrenamiento y con mucha voluntad de nuestra parte. Considero que es esencial para la salud psicológica tener un discurso interno adecuado, pero no a todo el mundo le sirve empezar por ahí.
¿Que nos queda? Lo que hacemos. No es cuestión de empezar a hacer cosas como pollos sin cabeza, es hacer para conseguir un objetivo. Es hacer a pesar de lo que sentimos y lo que pensamos, precisamente para tener más datos para poder cambiarlos. Por ejemplo:

Tengo que exponer en público un trabajo de la facultad.

Sentimiento: Soy incapaz.
Pensamiento: No valgo para hablar delante de gente. Vas a hacer el ridículo.
Acción: Podría no hacerlo, por lo que no sacaría buena nota y encima daría la razón a ese run run que tengo contra mí. En cambio, puedo preparármelo, hacer un buen PowerPoint, tener una botella de agua cerca, llevarme un boli para tener las manos ocupadas, ensayar delante de mi madre... etc, etc, etc... Todas las estrategias que se te ocurran encaminadas a conseguir tu objetivo a pesar de ese pensamiento y ese sentimiento por muy insistentes que sean.

¿Qué ocurrirá?

Me encantaría decirte que de repente saldrás de la presentación sintiéndote valiosísima y poderosa. Ojalá, pero casi seguro que no. Te sentirás satisfecha, eso sí, porque has hecho lo que querías hacer, y además, tendrás algo que echarte a la cara la próxima vez que te digas que no puedes.

No quiero a mi madre



El amor materno-filial es prácticamente lo único que se da en absolutamente todas las culturas.
Es lógico. Proteger, alimentar y generar confianza en la prole ha sido básico para la evolución humana. Pero la idealización de ese amor que consideramos natural, casi inherente a nuestra condición,  tiene terribles consecuencias para las personas que no son amadas por sus madres. Sí. Hay madres maltratadoras, abusivas, envidiosas, manipuladoras... Aunque suene terrible, hay madres que no quieren a sus criaturas, entonces, ¿hay que querer siempre a una madre?

No quiero a mi madre

No querer a tu madre se ve como algo terrible, casi deshumanizado, y no sólo por el resto de la gente, también lo percibe así la persona que lo sufre. Y digo sufre porque, normalmente, para llegar al punto en el que se acepta, se ha tenido que pasar por etapas de mucho dolor preguntándose por qué. Pueden existir muchas razones, lo importante es entender que a una madre no hay que quererla porque sí, al igual que con el resto de relaciones que construimos a lo largo de nuestra vida, hay que querer a quien te quiera bien y alejarse, en la medida de lo posible, de quien no lo haga.

Esto es imposible entenderlo para una persona que ha tenido una madre presente, si es tu caso, enhorabuena, y si no lo es, es el momento de dejar de sentirse culpable y seguir intentando encontrar la aceptación de alguien que jamás va a proporcionártela.

Los primeros pasos

Imagino que si has llegado hasta aquí es porque te reconoces en todo lo anterior. En primer lugar decirte que no hay fórmulas mágicas para llenar ese vacío, ésto sólo son algunos cambios que pueden hacer sentirte mejor.

  • No eres un bicho raro. Al ser un tema del que pocas hablan, parece que sólo te ocurre a ti. Te sorprendería saber la cantidad de personas que están en tu situación. No eres rara o mala o inadecuada. No es tu culpa, sólo eras una niña.
  • No intentes que cambie de opinión. Expresar tu malestar es lícito, faltaría más, pero no esperes que te dé la razón. Una madre en raras ocasiones va a admitir que no ha sido lo mejor que podía ser, quizá, porque así sea, aunque no haya sido útil. Intentar que admita los errores puede ser fuente de frustración continua.
  • Perdona. Pero no por ella, sino por ti. Intenta empatizar con su situación en el pasado, comprender qué pudo ocasionar esos comportamientos. Perdonar no implica que tengas que incluirla en tu vida o que tengas que quererla, tiene que ver con estar en paz contigo misma.
  • Construye a través de otros ejemplos. Es tan complicado no ser como nos han enseñado... Para llegar a este punto hay que hacer un gran esfuerzo, fíjate en quien te rodea, las relaciones que te gustaría tener, la forma en la que se tratan y aprende cómo lo hacen. Construye relaciones sanas, nuevas, siendo consciente de los patrones que no quieres repetir.

    Construye las relaciones que quieres tener
     de forma consciente, intentando no repetir patrones.
  • Aléjate. Llegado el caso, aléjate. Hay quien puede tomar distancia psicológica de las situaciones no dejando que le afecten, aprendiendo a manejar los reproches o los chantajes emocionales. Esto es ideal sobre todo si las circunstancias no te permiten un alejamiento físico. En cambio, si peligra tu salud mental, si decides que has llegado hasta aquí, pon tierra de por medio. Tienes derecho a ser feliz siendo tú. Aunque nunca te lo hayan dicho.

Ikigai ¿qué da sentido a mi vida?

Ikigai es un profundo concepto japonés que literalmente significa "el valor (gai) de la vida (iki)".


La búsqueda de tu ikigai, de la razón por la que te levantas cada mañana, es difícil y, en ocasiones abrumadora, pero, según la cultura japonesa, encontrarlo, proporciona la auténtica satisfacción vital.

Ésto que puede parecernos tan abstracto, podemos ir haciéndolo más concreto si contestamos las siguientes preguntas:


  • ¿En qué soy buena? Cuáles son mis capacidades y aptitudes. Qué hago muy bien y con qué me siento cómoda. En qué soy eficaz. Si me dedico a algo en lo que me siento competente, aumentarán mis niveles de confianza.
  • ¿Qué me gusta? Qué es lo que más amo hacer. Qué podría hacer durante horas. Qué me hace fluir. No hay nada que motive más, que trabajar en algo que te apasione.
  • ¿Por qué podrían pagarme? Cuál de las cosas que hago son socialmente retribuidas. Cuando lo que hago es recompensado económicamente aumentan nuestros niveles de autoestima.
  • ¿Qué necesita el mundo? Cuál es mi misión en la vida. Cómo podría ayudar a quien me rodea. Cómo puedo hacer del mundo un lugar mejor. Encaminar todo lo que hago hacia un sentido más grande que yo.
    Rellena este diagrama de la forma más concisa posible.
    ¡Nunca sabes dónde estará tu ikagi!

Encontrar algo en lo que te sientas competente, que ames, que sea útil para el mundo y encima te paguen por ello, es la conjunción ideal para llegar al ikagi.

¿Si no tuvieras miedo...?





A veces es difícil saber cuáles son nuestros valores, bien por presión social, por miedo, por inseguridad, por conflicto...

Aquí algunas preguntas extraídas o adaptadas de La trampa de la felicidad, de Russ Harris, que pueden sernos de utilidad:

- Si no te guiaras por los juicios de quien te rodea, ¿qué harías de forma distinta?
- Si de repente supieses que cualquier cosa que hicieras contaría con la aprobación y admiración de todo el mundo, ¿qué harías? ¿Qué persona querrías ser?
- ¿Qué cosas te gustaría escuchar en tu funeral?
- Si pudiera escoger mis propios valores ¿qué valores elegiría tener?